lunes, septiembre 24, 2007

Reality TV








El término “reality show” no puede ser mas contradictorio en si mismo. Para saber que no hay nada más falso que un programa de “realidad” basta verlo. Los supuestos participantes (que supuestamente deberían ser personas ordinarias pero que es evidente a todas leguas que son escogidos en un casting muy preciso) son puestos en situaciones y bajo condiciones totalmente irreales (lo cual es parte del encanto del programa) para llevar a la pantalla una cierta realidad: la que los productores del programa quieren proyectar. En muchos casos el resultado final que se transmite ha sido editado y modificado en la postproducción del programa para mostrarnos una elaborada versión de la “realidad” más que de la “vida real”.

Por supuesto el éxito de estos programas se debe a la floreciente industria del “chismarajo”. Lo podemos ver especialmente en el continente americano. Los medios ocupados en llevar a detalle para su publico la vida privada (y en escenario) de las personalidades del momento se cuentan por cientos. Por supuesto, la televisión no podía quedarse atrás siendo el principal exponente de este fenómeno. Basta con encender cualquier televisión mexicana (en televisión abierta o por cable o satélite) y en cualquier momento hay un programa dedicado al chisme. Incluso dentro de noticieros, las secciones de “espectáculos” son un mínimo recoveco de la magnitud del periodista farandulero.

Parcialmente en México la idiosincrasia nacional ha cultivado la cultura del chisme. No me digan que los “video-escándalos” o grabaciones telefónicas entre los principales personajes políticos y los mas cínicos criminales no son la mayor forma de “reality show” (quizás sea por eso que la sociedad ni siquiera se inmuta cuando Kamel Nacif públicamente da ordenes de violar y secuestrar a la periodistas Lydia Cacho; el espectador solo ve el show de la noticia, no la información que se le transmite).

El mexicano es metiche y chismoso de un modo que ahora le es natural a causa de una conducta aprendida. Todo el circulo comienza desde que gran parte de la población vive en vecindad con otras personas (en vecindades, condominios, y unidades habitacionales). Es obvio que confinar por semanas a varias personas en un mismo espacio va a generar algún tipo de conflicto.

Ahí es donde los medios vieron el negocio de crear el periodismo de espectáculo farandulero (basado en la vida de las personalidades del espectáculo) y posteriormente los reality shows, cultivando esa cultura del chisme, por el simple hecho de tener un placer vouyerista-fisgón y recreando la vida de las personas que viven en comunidades con otras.

Por supuesto estos shows han ido teniendo una evolución, desde el simple Big Brother en el que las personas son sometidas solamente a una vigilancia constante de sus actividades diarias (por supuesto, en un ambiente prefabricado y dirigido por los productores del show) hasta realidades mas morbosas extremas como shows de cirugías o las noticias de guerra en tiempo real. También se ha ido modificando el elenco de los programas pasando de usar simples desconocidos a ir incorporando una que otra celebridad, hasta tener reparto completo de ellas (generalmente personajes controversiales, decadentes, de preferencias sexuales diferentes a las del reto de los participantes, con conductas escandalosas o que viven de las glorias efimeras de su pasado).

Si nos apegamos estrictamente al termino “reality show”, los programas de realidad siempre han existido, se llaman “noticieros” y “documentales”. También había otros cuyo contenido era hasta cierto punto mas inocente como los programas de cámara escondida que jugaban bromas a sus “victimas” o los concursos de talentos.

A principios de los 90 comenzaron a transmitirse los “talk shows” que, de alguna forma, daban cuenta de situaciones “reales” en los que el público cuestionaba el comportamiento de los participantes. Estos se esparcieron como una plaga desde Jerry Springer y Oprah Winfrey hasta sus versiones tropicalizadas como Cristina Saralegui y Laura de América.

Por esa misma época también surgió el exitoso programa COPS que presentaba a policías aprehendiendo criminales en las mas diferentes situaciones( cosa que por supuesto acá jamás se atrevieron a hacer, ¿se imaginan un programa dirigido por los granaderos que fueron a masacrar gente y violar mujeres en Atenco o Oaxaca?). los primeros ensayos sobre lo que después popularizaría Big Brother los llevaría a cabo la cadena MTV con su show The Real World, en el que se mostraba como vivían chavos (oey) hacinados en un departamento (por supuesto con todas las comodidades a su disposición).

Sin embargo el término se ha aplicado específicamente al tipo de shows que se comenzaron a transmitir al comienzo de la década actual. Como siempre, las ganancias obtenidas de alimentar el morbo de la gente por ocuparse de otras vidas menos de la suya son exorbitantes. De entrada hacer un reality show resulta mas barato (200 mil dólares por hora) que hacer una serie semanal en forma (millón y medio de dólares por hora) y las ganancias resultan equiparables, es por ello que hay tantos pululando por la televisión abierta y de paga. Mucho mas cuando ahora el mercado de los reality shows ya no se limita a la transmisión sino también promueve su colección con el lanzamiento de DVD’s de los programas y ni hablar de la concesión de derechos para usar las formulas probadas en la versión que cada país escoja.

Aunque ahora ya no se necesita de toda una infraestructura televisiva para crear un show de esta naturaleza. Basta tener un teléfono celular con camarada video y grabar desde un guey que le levanta la falda a las chavas por las calles de Japón hasta la ejecución de Saddam Husein desde el lugar de los hechos y subirlo directamente a Youtube o un blog en Internet.

Uno de los aspectos positivos que se le quiere ver a los reality shows, especialmente en aquellos que son sujetos a cambiar su trama a causa de los votos de los televidentes, es que en países cuyos regimenes políticos especialmente opresivos (como Arabia Saudita o China) la gente ha tenido de primera mano la experiencia de unas “elecciones democráticas” (por medio de mensajes de texto de teléfono celular o llamadas telefónicas) y se atrevió a presentar situaciones que (irónicamente) en la realidad habitual serian impensables (como la versión Árabe de Big Brother donde hombres y mujeres viven juntos) gracias a los reality shows. Claro que toda su buena intención no ha servido para mejorar la situación de dichos países puesto que Arabia Saudita se sigue asesinando a pedradas a las mujeres que se rehúsen a usar la burka o cometan “adulterio” y en México se sigan cometiendo descarados fraudes electorales frente a las narices de todos los votantes.

Lo que impulsa al espectador a ver estos shows es que asume el papel del Big Brother”, descrito magníficamente por George Orwell en su novela 1984, se convierte en el ojo omnipresente que se dedica a juzgar la moral de los participantes en el show (sin fijarse en si su propia moral se ve afectada por observarlos ininterrumpidamente en situaciones privadas y personales), se dedica a ver lo que las ratas enjauladas son capaces de hacer por dinero (o cualquiera que sea el premio del programa). Para muchos de los participantes, mas que ganar el premio prometido, la verdadera ganancia es lograr ser reconocido como una celebridad y obtener algún trabajo en televisión que les permita conservar ese estatus.

La motivación primaria que lleva a la gente a aficionarse por ese tipo de programas, o los noticieros que presenten las noticias mas crudas, o ver las transmisiones en vivo de los desastres mas terribles como la cobertura las 24 horas que tuvo el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York o la transmisión en vivo de la Guerra del Golfo o la Invasión a Irak, es el morbo. Un placer malsano que da el ser espectador de una realidad terrible en la que no nos gustaría encontrarnos pero que el televidente le gusta ver que otros se metan por el. En muchos casos, este tipo de programas ha modificado el comportamiento de las personas, por ejemplo, al registrarse el mayor numero de cirugías plásticas en el mundo desde que la televisión comenzó a transmitir reality shows de personas que se someten a estos procedimientos quirúrgicos para mejorar su calidad de vida dado que los programas los hicieron sentirse mas seguros sobre su decisión y se vieron inspirados por alguna “historia de éxito”.

Sin embargo, la esencia de lo que hace al espectador ver un reality show es que hay un cierto elemento de “realidad” al no usar actores y no un guión predeterminado (aunque saben perfectamente que todo esta manipulado para que el programa no sea una gueva y den ganas de verlo). No creen que están viendo como se comporta el protagonista en “realidad”, saben que lo que ven es una “actuación” de acuerdo las circunstancias especificas impuestas por la producción del programa. A diferencia de las telenovelas o programas que pretenden hacer “conciencia” (como los de Silvia Pinal por ejemplo) en los que el objetivo es “reflejar” la realidad, el reality show lo que hace es proveer al espectador de un tema de conversación y “reflexión” en el que hace especulaciones sobre los problemas que enfrentan los protagonistas del show y los relaciona con sus propias experiencias y valores personales, los cuales usa para emitir juicios morales sobre el comportamiento humano. Pero aun mas importante es el debate por distinguir lo que el reality show es “actuado” y la “verdadera actitud” del protagonista. Eso es en esencia un reality show: un ensayo sobre la realidad.

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