miércoles, febrero 06, 2008

Comida rápida en la sociedad de güevones











En México, la comida rápida tiene un matiz distinto. Si bien es cierto que nos hemos visto invadidos por varias cadenas extranjeras que siguen ofreciendo la más amplia variedad de comida procesada (supuestamente rápida aunque tardan bastante en atenderte), también es cierto que la mayor parte de la población esta mal nutrida.

No solo esta mal nutrida porque no le alcance para comer, sino porque aunque tenga el poder adquisitivo para hacerlo, se come mal. Uno de los principales factores para que la población coma mal, además de la falta de poder adquisitivo, es falta de tiempo y la güeva.

La mayoría de los trabajadores de ocho horas, ofrecen una hora para comer. Si el empleado en cuestión quiere comer en forma (sopa, segundo plato, guisado y hasta postre) tiene que trasladarse a algún lugar (una fonda, por ejemplo), esperar a que lo atiendan, comer velozmente (además de que las raciones no siempre son satisfactorias y aparte se empuja todo con un refresco) y regresar a trabajar. En estos tiempos en que las empresas se empeñan a sacarle el jugo a sus empleados (lo cual llaman “mayor desempeño y productividad”) y les descuentan días de salario por retrasos exageradamente mínimos, el empleado se ve forzado a aprovechar esos 60 minutos al máximo. Por esto mismo, muchos se retacan de lo que les queda más cercano: los puestos callejeros de comida que ofrecen gran variedad de comida; tacos de suadero, de guisados, tortas de distintos tipos, o la comida procesada de alguna cadena de minitiendas de abarrotes para ser calentada en horno de microondas.

Y se recure a ello por un fuerte motivo básico e instintivo: dejar de sentir hambre.

Lo mas importante para quien debe comer bajo presión (o no) es llenarse, no nutrirse. Por eso se recurre tan socorridamente a los alimentos que incluyen pan (de harinas blancas y muy procesadas de escaso valor nutritivo) o algún tipo de pasta similar (como la pizza), para “llenarse”.

Y esto se hace por lo cómodo que resulta. Actualmente vivimos en una sociedad de güevones que para todo usan el coche, escaleras eléctricas, compran hasta el súper por Internet y dejan de salir a la calle para encerrarse fines de semana enteros (“a descansar”), echados en el sillón o la cama viendo 150 canales de mierda de televisión de paga (acompañados, por supuesto de la comida a domicilio para güevones). En los niños el problema se ha incrementado, pues debido a la creciente inseguridad (alimentada, por supuesto, por los medios de comunicación) se evita a toda costa que el niño salga a jugar como deberían hacerlo todos y prefieren tenerlo encerrado y vigilado, atado a la televisión o a los videojuegos (la televisión bombardeándolos cada corte comercial con decenas de comerciales que los incitan a comprar productos chatarra con la promesa de un regalo, tal como lo comenzó a hacer Mc Donald’s) sin quemar toda el azúcar de la que se retacan. Es por ello por lo que hoy gran parte de la población infantil padece obesidad.

El poder de la güeva no tiene límites. ¿Para que esforzarse en preparar una simple agua de limón? ¡Que güeva!, hay que comprarlos, lavarlos, cortarlos y exprimirlos; es mas fácil ir a la tienda (o mejor aun, que te lo lleven a tu casa), abrir el refrigerador y sacar un refresco (que solo te empanzona y no quita la sed). ¿Cocinar una comida para llevar a la oficina? Que güeva cocinar, llevar todo en Tupper, que te vean comer en la oficina (¡que horror!), mejor pedir tortas o comer en el puesto de la calle unos tacos, o ir a la fonda poquitera, pero barata. ¿Una palanqueta como golosina para los niños? Imposible, como se van a quedar sin las galletitas-papas-pastelitos-caramelos-refrescos que traen la estampita-muñeco-tatuaje y cuanta pendejada inútil se les ocurre a los comerciantes (conscientes de que el niño hará cuanto berrinche sea necesario y no habrá poder humano que lo detenga de obtener lo que pide).

La nutrición debería ser una materia obligada de todas las escuelas de todos los niveles, pues la desnutrición ya es un problema de salud pública nacional. Pero, por supuesto, las empresas y el gobierno no están dispuestos a perder sus cotos de poder gracias a los malos hábitos de la población. En nuestras manos esta el destino de nuestra salud, la batalla Serra dura, pero el dicho es cierto: Somos lo que comemos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

17 por ciento de los mexicanos estaría dispuesto, de poder o requerirlo, a someterse a algún tipo de cirugía estética.

Pero siguen tragando cuanta madre les ponen enfrente