lunes, febrero 18, 2008

Vivir del Cuento










La novela nos muestra, como en un espejo, los intrínsicos rincones del sentimiento humano. El consumo de este reducto – en altas dosis- es bueno para la salud mental, el entendimiento del prójimo y de uno mismo.

Hace algunos años leí un libro intitulado “Como se cuenta un cuento” de Gabriel García Márquez. Este narra los periplos de un grupo de estudiantes y colaboradores, reunidos para crear guiones entretenidos, creíbles y estructurados, en equipo. Las historias construidas en comunidad tienen la ventaja de ser rebotadas y criticadas entre sus aportadores, dando ideas y ángulos que en una mente solitaria quizás no vería.

Mas recientemente, confieso haber adquirido una desbordada pasión por las series dramáticas televisivas hollywoodenses que inundan la pantalla chica y ahora mi computadora. En un día cualquiera, ingreso a la tienda de iTunes y gracias a las tarjetas de prepago que adquiero o encargo cada vez que alguien va a Estados Unidos, descargo no solamente la canción que me gusto en el radio y que escuche mientras venia a la oficina, sino también el ultimo capitulo de mi serie favorita por 1.99 dólares. Quizás 22 pesos son mucho dinero por un programa de 46 minutos, pero pagaría más por el placer que representa para mí el sofisticado hilo conductor de estas historias.

Prision Break, 24, Rome, The Sopranos, y algunas otras han entrado y salido de mi disco duro de manera ininterrumpida en los últimos 18 meses, cuando descubrí esta cómoda manera de entretenerme, en total control de mi tiempo. Claro, si esperara al final de la temporada y un par de meses mas, podría comprar el juego de seis CD’s con todos los capítulos de la serie, pero nada supera verla un día después de que 40 (¿80?) millones de hogares lo están viendo en estreno mundial.

De vez en cuando adopto teorías que definen formulas de vida, útiles y simples. Una que no se me quita de la cabeza, es que los niños se les debe inculcar dos sentidos fundamentales: el sentido de la responsabilidad y el sentido del humor. Mi ultima formula favorita es que para calmar la incontestable incógnita del ser o no ser solo existen dos actividades cotidianas: crear sin parar, y escuchar, ver, leer u oír “El cuento nuestro de cada día”. Este es el que me tiene enganchado a programas de televisión con equipos de hasta 25 guionistas; producción de calidad como la de Rome; diálogos poderosos, enmarcados en la vida diaria, como Gilmore Girls o misterios adictivos como 24.

En todos estos programas hay triángulos amorosos, decepción, jubilo, llanto, risa, tristeza, esperanza, avaricia, lujuria y todos los otros sentimientos del abanico humano. El hambre de ficción no solo la satisface esta formula maravillosa de entre 12 y 24 capítulos; también se satisface en el cine, los libros y en la contorsionada y casi ficticia vida publica de algunos famosos.

La necesidad de compararnos como en un cristal con las situaciones de personajes novelescos y acumular “experiencias” que nos ayuden a afrontar encrucijadas similares que la vida potencialmente nos dará, es insaciable cuando el relato tiene ritmo, esta bien producido y tiene sólidos actores. Es por esto que las series, o telenovelas, siempre existirán, por los siglos de los siglos. Amen

Intuyo que esta receta le sirve a todos para justificar su existencia: crear algo y vivir del cuento todos los días… Luego, vienen el amor, la comida, las noticias, los viajes físicos y cientos de otros postres adicionales a la dosis básica de la ficción.

Alex Saldívar

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